miércoles, 11 de agosto de 2010

La Llama azul, Claudia Elisa López Larenas

I.

Gucumatz, serpiente de plumas nacaradas, fluido constante del universo, respiración profunda y conciente. Aliento casi imbuido, fluyendo a través de los vasos sanguíneos, a veces tornas solo a ser un reflejo iridiscente de una serie de vueltas interminables, vuelta sobre vuelta, como un ser desdoblándose poco a poco. Llama flamígera, inconstante.
Tu ser consta de dimensiones imprecisas, el cristal no se ha fragmentado aún. Siendo todo el espacio, calibrando tu ubicuidad en la balanza de una oscuridad impenetrable y solvente a la vez, un brillo inocente y violento resuena de pronto en el vacío, y desvía tu configuración hacia una multitud de desplazamientos. Desaparición. Aparición.

En algún momento tus plumas tornasoladas debieron prever, como en un sueño, el pálido reflejo de la luna, el resplandor que caracteriza la mirada de los muertos.

Una suave velocidad pasa rozando ligeramente la inmovilidad desierta del espacio. No cual luz, no cual agua, no cual viento. Por un instante en el tiempo infinitamente pequeño, separas estos átomos que luego se amontonan inmediatamente sin una pausa siquiera. Sin un respiro, mientras tú….
La continuidad de un ciclo te lleva, es tu vela, es la semilla de tu fluidez abstracta. Es también la fuerza de la palpitación primigenia, el sonido de tu respiración se trasluce a través de tu silencio de escamas, puro sonido aéreo, describiendo una curvatura por la que te deslizas sin pausa, dejando escapar en la trayectoria estas sombras, expresiones finitas de la luz, que sólo encuentran en su naturaleza el punto que las une a tu ciclo.

Gucumatz, no descansas. Bajo tu palpitación omnipresente puedo sentir mis pupilas dilatadas, el ardor de un sueño saliendo de mi boca, el pulso magnético que guardan en su interior mis globos oculares. Una trayectoria interminable te consume por dentro, un lejano presentimiento de eternidad caracoleada.

Gucumatz, serpiente del agua, llama azul. Devenir de Agua, murmullo acuático, redondo remolino en la oscuridad, absorbiendo en las palpitaciones una nueva vuelta, tú eres el Corazón del Agua. Escucho tu murmullo desde adentro, mientras desciendes con pulcritud en ese abismo lejano como un pozo a medianoche.

Gucumatz, serpiente del agua, relámpago en la oscuridad del cielo.


II.

En un principio nada existía, solamente la inmensidad del mar y del cielo. Una oscuridad impenetrable hacía imposible la contemplación de este mar y de este cielo en calma, sin embargo, aún no existía nadie quien pudiera contemplarlos. No existía aún la vida, el hombre no había sido creado. Dentro de esta inmovilidad desierta, reinaba un silencio absoluto, un silencio que destruiría todos los silencios existentes después de él. Un silencio equiparable a los sonidos del vacío. Una oscuridad semejante a la Nada.

Y dentro de esta oscuridad, esta inmovilidad, este silencio, había una Idea Primordial. Un Dios que se deslizaba en las aguas del océano tranquilo, cuya conciencia abarcaba el Infinito, que además le permitía conocer que era lo que debía acontecer en el curso del Mundo, es decir, para ella era claro el Destino del Mundo. Todo estaba dentro de su visión. Igualmente, la conciencia que tenía de sí mismo era Infinita. Su Origen y Destino era el movimiento. El movimiento es la chispa divina que encendió la vida.

Gucumatz, serpiente de plumas verdes, fue llamado por los antiguos.


III.


Detrás de la ventana, lluvia. Las blancas lágrimas ruedan, como en los ojos de los enamorados, siguiendo su curso. Puras lágrimas, cristalinas, gotas de lluvia en el cristal de Verano. ¡Ay! Movimiento. Detrás de ellas hay un origen preescrito, una naturaleza primordial, el curso de un Dios que se esconde en cada una de las pequeñas, su doble aparición se refleja en su corazón y en su camino. Aún sigues vivo, perenne, inmutable, a través de siglos, milenios, eras, hasta llegar a la eternidad. Fluyendo devienes, moviéndote creas….en medio de la oscuridad así fuiste....una llama inconstante, en el roce de unos amantes a la hora menos pensada, en las gotas que bajan rodando detrás de una ventana, en la lengua de los hombres, deslizándote interminablemente en medio de un fluido salado y primordial. Creación, abstracción, devenir interminable. La lengua, el habla, la palabra, nada existiría si no fuera por tu impulso antiguo, tu fuerza viviente. Pero aún antes de todo esto, aún antes de la palabra, estás en la idea, el pensamiento humano, fluyendo constante e indefinidamente, sin una pausa, con una respiración articulada, sonora, con un vacío rodeándote por todos lados, con miles de posibilidades luminosas en medio de la oscuridad, con un solo ser desdoblándose,
infundiéndose,
creándose

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