miércoles, 11 de agosto de 2010

Arte e idiología, Modernismo y Postmodernismo, Ricardo Mendizábal

Quisiera empezar citando un texto que me encontré en un librero de mi casa cuando buscaba un libro de Mircea Eliade que se llama el mito del eterno retorno, y que me lo evocó la lectura de J. Picó.
“El ser humano, el hombre, dice el Estagirita, es un animal político; lo define como un zoon politikon. Por naturaleza tiende a vivir en sociedad. Para que el hombre no viviera en sociedad se requeriría que fuera algo más o algo menos que hombre; o un dios o una bestia; pero en tanto que es hombre habrá de vivir en sociedad. Si se ha de buscar la causa u origen de ese fenómeno que se llama sociedad, hay que encontrarla en la naturaleza humana. Por lo tanto, la sociedad es un fenómeno natural.
Aristóteles apoya su doctrina en fundamentos de varios órdenes. Se vale de un argumento lógico, de un fundamento antropológico y de una prueba histórica.

El argumento lógico. Él argumenta que no es posible concebir la existencia del individuo antes que la existencia de la sociedad, porque la sociedad representa el todo y el individuo es solo una parte de ese todo. Nunca es posible pensar en la existencia de una parte antes de la existencia del todo. Explica Aristóteles que no es posible que exista la mano antes que el cuerpo; por lo mismo el hombre no existe antes que la sociedad.

El fundamento antropológico. Este consiste en hacer notar que el hecho mismo, natural y orgánico, de la diversidad constitutiva, morfológica, entre hombre y mujer así como la existencia de órganos de comunicación como las cuerdas vocales etc. vienen a demostrar que el hombre no está constituido para vivir aislado, sino que por su propia naturaleza nace con la calidad de ser sociable.

La prueba histórica. La prueba histórica consiste en demostrar que cualquier indagación histórica o aun prehistórica nos conduce al conocimiento de que el hombre nunca ha existido aislado. Cualquier investigación nos muestra a las claras que siempre se encontró el hombre viviendo en vinculación con otros seres humanos. No hay ningún vestigio histórico que nos revele al hombre aislado, sino siempre viviendo en sociedad; al menos formando esa mínima sociedad constituida por la pareja humana. Todas las investigaciones de la vida del hombre llevan a la comprobación de que este ha desplegado su existencia combinando su vida con la de otros seres.
Todas estas razones llevan a la conclusión de que en la naturaleza del hombre está la causa eficiente de la existencia de la sociedad. El origen de las sociedades radica, según Aristóteles, “en la naturaleza social del ser humano.”
Así pues pensando en el hombre y por ende en la sociedad, y leyendo a los autores de la nueva escuela de Frankfurt, me doy cuenta mejor ahora de cómo ha evolucionado la sociedad a través de la historia o del tiempo, y de lo que caracteriza al pensamiento filosófico de diferentes épocas.
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A mi entender uno de los acontecimientos o fenómenos más cabrones (es decir importantes o trascendentes) que se han dado en la historia de la humanidad, por lo menos hablando de la llamada era cristiana o del cristianismo, es la Revolución Industrial, que tiene como antecedente la Ilustración europea, que a su vez proviene del mentado Renacimiento.
Este acontecimiento (la Ilustración) que revolucionó de manera importante a las sociedades europeas y occidentales, pues repercutió en América, que ya había sido invadida o conquistada por los europeos, tenía como fundamento filosófico el desarrollo de la ciencia, la tecnología y las artes a partir de la epistemología racionalista fundamentada en las matemáticas, para generar a partir de esto riqueza material y crear así una sociedad eficientemente equilibrada, justa y feliz (pero ni máiz paloma, no sucedió así).
Todas estas ideas serian encauzadas, reguladas y promovidas por el Estado a través de la política, (pero la de a de veras, no la de ahorita).
Ya desde el Renacimiento el sector civil de la sociedad había empezado a ganarle terreno a los sectores militar y religioso, y posteriormente con la paganización de las artes y el cambio que provocó el desarrollo de diferentes tecnologías, la sociedad occidental entró de lleno al mundo industrial y capitalista. (Con las nefastas consecuencias que ya nosotros conocemos y padecemos).
Juan Acha nos habla muy bien en su libro de la introducción a la teoría de los diseños sobre esta necesidad que la industria tenia de embellecer sus productos, lo que me remite al capitulo del citado libro de Picó, donde Simmel se refiere al fenómeno de la moda. Así pues surge el famoso capitalismo y con él, sus más acérrimos críticos de los cuales me parece que el más famoso fue Marx, quien plantea un modo de producción en donde los dueños de los medios de producción y los bienes producidos sean comunes y estén regulados por un estado socialista. Por el otro lado la sociedad burguesa europea y sus más destacados pensadores (Saint Simon y antes Condorcet) se van encargando de legitimar el discurso de la modernidad que prometía bienestar para todos en una sociedad racionalista, científica e industrializada.
El resultado ya lo sabemos, las dos posturas pudieron desarrollarse, pues todos estaban de acuerdo en que la organización racional y sistemática de la sociedades y el desarrollo científico traerían como resultado beneficios para todos, a partir de la producción de riqueza que se traduciría en confort y bienestar.
Lo que me parece importante observar aquí es que si bien es cierto que la industrialización ha producido riqueza, ésta nunca se ha repartido bien, pues la estructura de clases y la burocracia pregonada por Weber han mantenido la forma de producción y la relación de ésta con el productor, el producto y el mercado (distribución y consumo) dentro del esquema capitalista. Y el socialismo, a mi entender, no tomó en cuenta una serie de factores humanos como la parte mítica y espiritual que es la parte no racional del ser humano, lo que nos lleva a la crítica del racionalismo como legitimador de discursos que invariablemente desembocan en el totalitarismo (¿aquí es donde entra la cuestión de la deconstrucción, el juego de múltiples lenguajes, la filosofía del lenguaje, el textualismo y esas cosas?) En este sentido algunos de los filósofos de la nueva escuela de Frankfurt, como el mismísimo Lyotard, que desde este nuevo contexto de la postmodernidad, acusa al marxismo de ser un metadiscurso más de la emancipación (que por cierto todavía no llega, ni creo que llegue) y a mi juicio creo que el ser humano lejos de tender a emanciparse tiende a enajenarse.
De esta manera, la humanidad ha transitado de la época moderna a la postmoderna. Pero ¿qué dicen los teóricos, sociólogos y filósofos con respecto a esto?

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Entre los personajes más destacados de esta polémica y análisis del modernismo y su transición al postmodernismo que trata la compilación de Josep Picó se encuentran por supuesto Marx, Nietzsche, Baudelaire, Simmel, Benjamin, Adorno, Popper y más recientemente Habermas, Lyotard, etc., etc.
La palabra moderno, en su forma latina “modernus” se empleó a finales del siglo V para distinguir el presente, que se había convertido oficialmente en cristiano, del pasado romano y pagano. Con significado diferente, el término moderno expresa una y otra vez la conciencia de una época que se pone en relación con el pasado para verse a sí misma como el resultado de una transición de lo viejo a lo nuevo. Esta forma de relacionar lo nuevo con el pasado empezó a disolverse con los ideales de la ilustración francesa; específicamente la idea de ser moderno por volver la vista a los antiguos, cambió por la fe inspirada por la ciencia moderna en el progreso infinito del conocimiento y en el avance infinito hacia mejoras sociales y morales.
Así pues la modernidad fue tomada como discurso y proceso emancipador tanto desde la vertiente burguesa como desde la contraria, la critica Marxista; la primera se alimentó de los postulados de la revolución francesa, del liberalismo inglés y el idealismo alemán. La segunda nace con la economía política de Marx y se extiende por todo el neomarxismo hasta la teoría crítica alemana (¿esta sería la escuela de Frankfurt?).
En esta compilación de Picó se aborda el extenso tema desde muchos puntos de vista de estos diferentes teóricos y sabios de la materia, uno de ellos por cierto, el que nos ocupa en esta asignatura, es el del discurso estético y el papel de las artes en todo este merengue.
El espíritu de la modernidad estética alcanzó perfiles definidos con la obra de Baudelaire y después se desplegó en varios movimientos de vanguardia que llegaron a su clímax con el dadaísmo y el surrealismo y se caracterizó por actitudes que encontraban un rasgo común en una conciencia transformada del tiempo; la vanguardia se considera a sí misma como invadiendo un territorio desconocido, como conquistando un futuro todavía no ocupado. En las artes, la modernidad se rebela contra las funciones normalizadoras de la tradición, vive de la experiencia de rebelarse contra todo lo que es normativo.
En la historia del arte moderno puede observarse la tendencia hacia la autonomía siempre mayor en la definición y en la práctica del arte. Hay que recordar que la categoría de belleza, los objetos bellos y el concepto de arte como nosotros lo usamos, fueron constituidos por vez primera en el renacimiento. Juan Acha también nos dice como se fue dando la transición de las artesanías a las artes; antes de esto ningún artista firmaba sus obras. Ahora el artista con talento podía dar libre y auténtica expresión a aquellas experiencias que tenía al encontrar su propia subjetividad descentrada, desvinculado de las obligaciones del conocimiento rutinario y la acción cotidiana. El color, las líneas, los sonidos y el movimiento dejaron de servir primariamente a la causa de la representación, lo que vino a cambiar su relación con el todo.
Theodor W. Adorno comienza su teoría estética afirmando; “actualmente se da por supuesto, que nada que concierna al arte puede ser ya dado por supuesto, ni el arte y su relación con el todo, ni siquiera el derecho del arte a existir.”
El surrealismo no habría desafiado el derecho del arte a existir, si el arte moderno no hubiera hecho una promesa de felicidad respecto a su propia relación con el todo de la vida. Promesa que no cumplió. El arte se había convertido en un espejo crítico que mostraba la naturaleza irreconciliable del mundo estético y social, de ahí el intento surrealista de destruir la esfera autárquica del arte y forzar una reconciliación del arte y la vida.
El arte burgués tenia la expectativa de que el lego que disfrutaba la obra de arte, se educara para convertirse en un experto y así apropiarse de la obra de arte como consumidor que usa el arte y relaciona las experiencias estéticas con sus propios problemas vivenciales. De esta manera, cuando la experiencia estética se relaciona con problemas de la vida, no solo renueva la interpretación de nuestras necesidades a través de las cuales percibimos el mundo, también permea nuestras significaciones cognitivas y nuestras esperanzas normativas cambiando el modo en que todos estos momentos se refieren unos a otros.
Este modo de recibir y relacionar el arte es sugerido en la obra de Peter Weiss “la estética de la resistencia” donde describe este proceso de reapropiación del arte. (Pero esto tampoco sucedió.)
En términos generales, las artes partieron de lo sagrado y bello de las imágenes, pasando a la representación fiel de realidades visibles y bellas, continuaron con la exaltación de las bellezas formales, de los ideales, de los sentimientos autobiográficos y los conceptos, y terminaron como mercancías; es decir, abandonaron las iglesias, se trasladaron a los palacios y de aquí a los museos y a los hogares burgueses donde terminaron como ornamentos. En síntesis, necesidades de tiempo y de lugar impusieron a los productos de las artes cambios en sus principios, medios y fines estéticos, artísticos e ideológicos. Indudablemente lo más importante estriba en la relación que entablan el productor y el consumidor con el producto.
Ihnab Hassan, un representante del postmodernismo americano ha caracterizado el movimiento postmoderno como un movimiento de unmaking que podría entenderse como deconstrucción.
En las artes, desde los ready-mades de M. Duchamp y los collages de Hans Arp a las maquinas autodestructivas de Jean Tiguely y las obras conceptuales de Bruce Nauman, ha persistido un impulso por el que el arte se vuelve contra sí mismo en orden de rehacerse a sí mismo. Pero el punto principal de este arte en proceso de des-definición, se está convirtiendo al igual que la personalidad del artista mismo en un elemento sin límites claros. En el peor de los casos, en una especie de alucinación social: en el mejor en una apertura o inauguración.
Para Lyotard el arte y la pintura moderna tienen como fin referirse a través de la representación, a aquello que no puede representarse.
No cabe duda que él, o los análisis leídos en estos textos son difíciles de entender a fondo por mi, pero me resultaron muy instructivos pues a pesar de reconocer mis facultades y cualidades como creador, reconozco, como dije al principio y después repetí, que soy bastante ignorante en cuestión teórica y que hoy en día en una sociedad donde el conocimiento teórico es altamente valorado hay que ponerse al día.
Para concluir quisiera referirme o casi reproducir algunas partes de lo que escribe Albrecht Wellmer en la dialéctica de modernidad y postmodernidad. Existen dos visiones acerca de este proceso. Una que ve con gusto la muerte total del proyecto de modernidad (de la ilustración europea) y lo entierra maldiciéndolo con amargura y creyendo que su muerte es bien merecida, y otra, no tan drástica, que lo ve como una renovación, como un cambio de piel; la modernidad en transición hacia una nueva forma que hasta ahora no nos permite ver si se trata de una modernidad a la altura de sí misma o madurada allende sí misma, o de una sociedad técnico-informativa, cultural y políticamente regresiva, porque en el contexto del proceso de modernización la práctica política se convierte en una técnica de conservación del poder, de la organización y la manipulación. La democracia se convierte en una forma eficiente de la dominación política, y el arte se integra, se entrega (diría yo) a la economía capitalista, como industria de la cultura siendo reducido a pseudo arte.
Pero eso no significa que haya que despedirse del universalismo democrático y del individuo autónomo, ni que haya que dar por cancelado el proyecto Marxiano de una sociedad autónoma ni que haya que despedirse de la razón. Significa más bien que hemos de pensar el universalismo político moral de la ilustración, las ideas de autodeterminación individual y colectiva, de razón y de historia de una nueva forma. En la tentativa de hacer eso es donde podría estar el genuino impulso postmoderno hacia una autotrascendencia de la razón.
La dialéctica de modernidad y postmodernidad está todavía en el aire. Nuestra época, escribe Castoriadis, exige un cambio de sociedad que no puede realizarse sin una autotrascendencia de la razón. La postmodernidad entendida correctamente sería un proyecto. El postmodernismo, empero, en la medida en que sea algo más que una moda, una expresión de regresión, o una nueva ideología, cabe entenderlo como una búsqueda, como una tentativa de registrar las huellas del cambio y de permitir que aparezca con más nitidez el perfil de ese proyecto.Ahora si pienso que el desarrollo científico, tecnológico y cognoscitivo es importante y puede llevarnos a una vida mejor, me da por considerar la situación de países como nuestro México, subdesarrollado corrupto y plagado de malandrines, donde la mayor parte de la población no tiene verdadero acceso a la tecnología, a la educación y ni siquiera a la salud. Me pregunto ¿cómo vamos a transitar a ese futuro que ya es presente?

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